dijous, 18 d’abril del 2013

Un pez con una sonrisa

Fué maravilloso que nos convencieras para ir al Circo Ruso (no recuerdo el nombre exactamente, ni siquiera estoy seguro de que fuera ruso) en el Coliseum, me parece rememorar.
Siempre he pensado que, de algún modo, te representa a ti, a esa facilidad que siempre has tenido para hacernos reír, a esa forma infantil, entrañable de conectarnos con el niño que alguna vez fuimos.
Sabías que nos iba a gustar.
Creo que grabé en mi memoria, la imagen de Julián saltando, con ilusión, para hacer que aquellas pelotas gigantes volaran una y otra vez, talmente como si de un niño se tratase. Grabé en mi corazón aquella sensación que no tenía desde que la vida adulta empezó a hacer mella en mi, aquella sensación de felicidad absoluta, de despreocupación, de vida al fin y al cabo.
Me conecté, por un instante, con el niño que siempre se quedó embobado con un espectáculo de títeres (aún hoy me quedo), que se deleitaba viendo como unas sombras chinas explicaban un cuento procedente de tierras lejanas.
Creo que jamás olvidaré aquel momento. Como posiblemente tampoco olvide la primera vez que pisé vuestro taller, la entrada a un mundo mágico, lleno de títeres de cartón piedra, de escayola y, porqué no, títeres humanos, de ilusión por el trabajo, de imaginación y algo de locura. Fué cautivador, y allí me quedé por muchos años, entre caballos, muñecas de bronce y disfraces varios.

Hoy, viendo este corto he rememorado aquellos instantes, he sonreído, mi corazón se ha llenado de felicidad, pletórico, y mis ojos se han humedecido por la emoción.

No es un circo, tampoco es ruso sino de Taiwan, y no sé explicar muy bien la relación entre este corto y nosotros, o quizá si, quizá tenga más simbolismo de lo que a primera vista parece...

Espero que os guste.

Para Javi, para Julián, con mucho amor.

Por todos los momentos junto a vosotros.
Os quiere,

David

  

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